Sólo te conozco por mis sueños y por lo que cuentan de ti.
Tengo que decírtelo: tu omnipresencia me ahoga.
Eres el secreto que todo el mundo sabe, eres el miedo,
aunque seas frágil. Para mí eres más que un nombre, pero con él puedo resumirlo
todo.
Pensar en ti es sentirme pequeña y, a pesar de ello, todos
dicen que debería sentirme grande.
Eres un escondite, una mirada fugaz, que huye, que niega y
que miente.
Eres un fantasma que se vuelve real de noche, cuando se
mezcla en mis sueños y toma el papel de protagonista. Eres ella. Eres algo,
pero no sabría explicar qué.
Eres, y eso es lo importante. Eres sin necesidad de verte u
oírte, pero más cuando eso ocurre.
Eres una delgada amenaza con la mente del todo opaca, para
dar más miedo aún. No sé qué piensas, no sé qué eres, pero eres.
Las hebras del amor y el odio son una trenza apretada en ti,
aunque yo no te ame ni tú a mí
tampoco. A veces la diferencia es imposible de apreciar.
Sé que te odio, ¿lo sabes? Tú finges no hacerlo, pero lo
haces. Sabes que me odias, lo sé.
Nuestro vínculo se olvida con los días, pero pesa de nuevo
cuando te distingo entre la gente. Me pesa en la cabeza y en los brazos, porque
no tengo la fuerza necesaria para alejarte.
Alguien en mí quiere aplastarte, no soporta tu figura
permanente y sufre esa horrible sensación de tenerte tan cerca, tan presente.
Alguien en mí te teme, no quiere mirarte a los ojos, pero lo
hace, mas no se encuentra contigo, porque ya no estás ahí.
Alguien. Ésa eres tú. ¿Qué soy yo para ti? ¿Soy?
Tú eres. Eres un espejismo y una idea, eres una desconocida
y una enemiga, una derrota transformada en victoria pero con sabor a vacío.
Cinco letras, una tilde, una ciudad, una estación, un
pintor, una canción, un idioma, un color, una foto. Puedes ser cualquier cosa.
Nos conocemos menos de lo que parece, pero mucho más de lo
que a mí me gustaría y, sin embargo, siento una curiosidad hiriente.
Para mí... Eres mucho para mí. Eres silencio frente a una
puerta cerrada.
Conozco a muchas personas pero pienso en ti más que en la
mayoría de ellas. Te siento en el estómago y en la garganta. Te siento en las
pupilas cuando finges no verme. Puedo sentirte en la lengua cuando me cuesta
pronunciar tu nombre. Te siento y no me gusta sentirte.
De repente las personas muestran esa extraña indiferencia que logra confundiar y alterar tu estabilidad.
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