We're just two lost souls swimming in a fish bowl, year after year.
Running over the same old ground, what have we found? The same old fears. Wish you were here.


martes, 28 de agosto de 2012

Prólogo

Todas las historias comienzan presentando a su protagonista.

Mónica tenía dieciocho años. Tenía cuerpo de maniquí, manos de pianista y pies de bailarina. Sus grandes ojos castaños sonreían al mismo tiempo que su boca y de pequeña le habían hecho parecer un simpático mochuelo.
Lo más importante sobre Mónica era que solía confundir los sueños con la realidad.
Una vez, cuando tenía ocho años, había soñado que encontraba el esqueleto de su abuelo paterno en la huerta, entre las esbeltas plantas de alubia. Había sido devorado por las abejas.
Cuando despertó a la mañana siguiente se sintió tan triste que se negó a desayunar, guardando para sí la triste razón de su ayuno. Cuando aquella tarde habló con su abuela por teléfono no se atrevió a preguntarle nada, pero durante toda la conversación sintió un tirante nudo en la garganta. Antes de colgar, su abuelo se puso al teléfono. Al oír su voz, las lágrimas acabaron con las espesas telarañas de aquella pesadilla.
Años después, frente a la oscura lápida de su abuelo, Mónica recordaría aquel horrible sueño que le había parecido tan real, más incluso que el día del funeral, cuando el sol se adhería sádicamente a su ropa negra.

Últimamente se despertaba desorientada, con la mente aún en sueños que no conseguía recordar con claridad. En los últimos meses había aprendido mucho y lo poco que no había sacado de sus errores se lo habían enseñado las películas de Woody Allen.
En menos de treinta días se marcharía a una nueva ciudad, grande y mágica, para empezar una nueva etapa. Los nervios correteaban arriba y abajo por todo su cuerpo mientras terminaba la lista de cosas que iba a necesitar. Solía hacer listas para todo debido a su mala memoria.
Mónica subió lentamente la escalera de la casa de su abuela, pisando los viejos peldaños cubiertos por una moqueta granate y acariciando distraídamente la conocida barandilla de madera. Su habitación estaba en la primera planta, la primera a la derecha.
Antes de llegar, dos esmeraldas la observaron desde el último escalón. Un gato negro la miraba fijamente mientras se estiraba perezosamente sobre el suelo de madera. ¿De dónde había salido?
 -¡Sara! ¡Hay un gato en la escalera!

1 comentario:

  1. Me encantan los gatos, yo tengo una gata preciosa con dos ojos muy verdes.

    saludos.

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